Dania
parecía destinada al periodismo, vio la luz primera el 15 de marzo de 1961, un
día después de fundado el periódico Patria, en 1892, por nuestro Apóstol
José Martí, fecha, que justo al arribar a un siglo se instituye como Día de la
prensa cubana.
Para
que se cumpliera la profecía de su nacimiento tuvo que recorrer un camino no
exento de lágrimas y decepciones; al concluir la Enseñanza Media
Superior “quema sus naves” al elegir, exclusivamente, una opción: Periodismo. No
obtuvo la ansiada carrera y se negó a
cursar otra porque “solo podía estudiar esa”.
A
pesar de los imponderables continuó preparándose, y al amanecer de una alborada
radiante, alguien, que confió en la pureza de sus palabras, la encaminó. Así
llega Dania Casalí Ramírez al periódico La Demajagua, en su seno creció, fue a la Universidad a deshacer
utopías y se consagró como reportera.
Y
de verdad Dania llevaba su profesión a flor de piel, qué magnífica resultó,
cuánta elegancia imponía a sus trabajos, salidos de su exquisita sensibilidad
de poetisa. En ocasiones me extendía sus
originales y poco podía corregirles, nada estaba por mero gusto estético, todo
tenía perfecto sentido y equilibrada intencionalidad, a veces la miraba y me
decía, ¿cómo es posible que de esta muchacha brote tanto discernimiento?
Si
se enfrascaba en una crítica y la replicaban hacía uso de su derecho a la
contrarréplica, solía, con lenguaje audaz y mesurado, con elementos
supersingulares, desarmar las preconcebidas justificaciones que esgrimen la
mayoría de los criticados.
Mi
amiga-hermana, quien también fue inmensa como ser humano, llegó a ser una
prestigiosa periodista, a tal punto que Bartolomé Martí Pons, director por más
de una década del entonces diario granmense, la designa como columnista, y que
esa propuesta emanara de él, un circunspecto teniente coronel (r) de las FAR,
no era obra de la improvisación, sino razonamiento bien pensado, consecuencia
de su certeza sobre la capacidad de ella para afrontar esa responsabilidad.
Bartolomé,
ya fallecido, con el respeto que aún le profeso, era el hombre más reflexivo de
la tierra, también poseía una calma exasperante,
en corrección decíamos que calentaba las informaciones y que solo las “soltaba”
cuando vislumbraba el porvenir, y él, dueño de una perspicacia tremenda, supo
valorar a Dania.
Apenas ella pudo redactar algunas columnas, un
accidente del tránsito tronchó su fértil existencia, junto a David Chacón
Rivas, otro valioso y también amado periodista.
A
23 años de aquel amargo suceso he podido escribir estas líneas, quienes me
conocen saben que las tenía guardadas en lo infinito de mi corazón y que
emergieron desgarrándomelo de puro dolor, y aunque recordar lacera, prefiero no
olvidar. ¡Dania!, espérate, no te vayas, necesito hacer un alto… mis hojas
están empapadas…
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